martes, 25 de noviembre de 2008

El Rey está desnudo

Forma parte de la cultura occidental un espléndido relato de Andersen en el que nos cuenta cómo dos truhanes se presentaron en la corte simulando ser sastres de unas vestiduras maravillosas, que permitían descubrir a los necios de este mundo, pues sólo las podían ver las personas inteligentes. El Rey, de naturaleza soñadora y que presumía de estar a la moda, les encargó un traje a cambio de una sustanciosa remuneración. No hicieron nada pero, ante el temor de ser tratados como bobos, todo el mundo repetía mecánicamente: -¡Oh, precioso, maravilloso!- Hasta que un niño, incapaz de extrañas sutilezas, a la vista del espectáculo de un señor tan importante en pelotas, soltó un sonoro: “¡El Rey anda desnudo!” y la rechifla fue general.

En España, un importante sector de la prensa parece haber descubierto también la desnudez de nuestro Monarca, y se jacta en contarlo. La verdad es que se entera un poco tarde. Ya antes de la transición, los que militaron en la clandestinidad sabían, sin necesidad de que se los dijese Santiago Carrillo, que el Rey era un producto de Franco, que con su padre parecía realizar un doble juego entre el Régimen y la oposición, y que no destacaba por su nivel cultural ni por sus conocimientos de física cuántica. Sin embargo, es indudable que un país tan franquista, como era el nuestro, no hubiera llegado a la democracia en forma distinta a la monárquica. ¿Cuánto hubiera durado una República?

Además, las funciones estrictamente simbólicas y representativas propias de su cargo encajaron perfectamente con la mejor cualidad de Juan Carlos: la simpatía. Éste es un país que ha rechazado siempre, posiblemente por la envidia, la excesiva inteligencia o brillantez de sus dirigentes políticos. Basta ver la forma en que terminaron estadistas de la talla de Manuel Azaña o Julián Besteiro o, en los último tiempos, el linchamiento público a que fueron sometidos González o Aznar. A nuestro carácter parecen irle mucho mejor las personas que no destacan demasiado, con defectos pero llanas, sobre todo si parecen bonachonas y su vicio son las faldas. Y se dice que el Rey encaja muy bien en ese papel.

Sin embargo, a la larga tus mejores virtudes pueden convertirse en taras. Y no parece muy sensato ir mandando callar a la gente, aunque al pueblo llano pueda resultarle divertido. Tampoco que miembros de su familia se dediquen a contar las maldades de dignatarios extranjeros, sobre todo si del Rey de Marruecos se trata, o a opinar sobre cuestiones complicadas de alta política; la verdad es que es un terreno peligroso. No obstante, por ahora, por la cuenta que nos trae, y sobre todo dada la catadura de quienes pretenden sustituirla, si la familia real está desnuda más valdría que todos corramos a taparla.

martes, 18 de noviembre de 2008

La luz del robot

En la construcción de la abadía real de Saint Denis, se siguieron las indicaciones del abate Suger para quien sólo podemos llegar a comprender la belleza absoluta, que es Dios, a través del efecto de las cosas bellas y preciosas sobre nuestros sentidos. Por eso, como explica Georges Duby, pidió a los canteros que utilizaran todas las fórmulas de su oficio para "vaciar los muros de la catedral hasta anularlos, para reducir el edificio a simples nervaduras a fin de que la luz se expandiera por su interior sin interrupción...mediante los prodigios de la vidriera”, y se inició así el arte gótico.

Con la secularización, el hombre sigue queriendo librarse de las tinieblas. Pero su empeño pierde las características religiosas y mágicas que hasta entonces tenía. El optimismo de la época glorifica el saber, creyendo que la miseria constituye un simple producto de la ignorancia. La confianza en las capacidades del hombre diviniza una idea, la del "progreso", que consagra una nueva Roma, la del desarrollo ilimitado de la ciencia y el bienestar. Así, el marqués de Condorcet, alistado en las filas revolucionarias de la Gironda, llegó a sostener que la inmortalidad no era un sueño. Los espíritus y fantasmas que habían hechizado el mundo se ocultan, se pensó que para siempre. Bastaba con “luz y más luz”.

El avance ha sido meteórico, estamos al principio del siglo XXI, y a veces podría dar la sensación de que nos hallamos en el umbral de una nueva era. La conquista de las estrellas, los misterios de nuestro origen, la inteligencia artificial complementando, sustituyendo incluso, la nuestra…Todo parece posible, se diría que la prehistoria es ahora cuando está terminando. Los cambios que se vienen sucediendo a escala planetaria en los últimos tiempos hacen recordar la idea, que expresaron los insurgentes del siglo XIX, de que estaba por llegar una definitiva revolución, que sería la última. Sea la última o no, lo cierto es que los occidentales estamos aprendiendo a vivir al borde del vértigo, dadas las mutaciones que en forma acelerada está experimentando nuestra existencia. Pero si el objetivo era el desarrollo indefinido, una vez conseguido, ¿será necesario pensar?
Recientemente, uno de los mayores expertos en ingeniería robótica se ha atrevido a profetizar que, en el espacio de pocos años, los seres humanos seremos indistinguibles de los robots. Es posible, a veces lo ha señalado Fukuyama, que nuestro destino sea evolucionar hacia una especie distinta, que habría conseguido la realización de un mítico sueño: el de la desaparición de la angustia y de la enfermedad. Pero, ¿quién nos programará? Si la libertad supone la pérdida de la felicidad, la evolución optará por el mundo artificial, y el sueño del hombre desaparecerá.

martes, 11 de noviembre de 2008

Senderos que se bifurcan

Para Borges, en “El jardín de los senderos que se bifurcan, el hombre no sigue un camino único. Puede interpretar a la vez el papel de asesino, asesinado y testigo del hecho; mientras juzga puede ser juzgado, es capaz de amar y matar al objeto de su pasión. Todo esto, y mucho más, puede hacerlo al mismo tiempo, sólo que en espacios distintos. Al actuar, se nos abren miles de perspectivas y no es verdad que elijamos una, las tomamos todas. Sólo que somos conscientes únicamente de la que en cada caso vivimos, lo que viene a coincidir con las últimas teorías de la física, según las cuales el Big Bang no habría sido un episodio insólito en la historia de la materia, todo lo contrario, el número de universos paralelos sería infinito.

Si es así, podríamos aventurar un juego: supongamos que exista otro lugar del universo en el que el día 15 de junio de 1977 no se hubieran desarrollado en España las primeras elecciones democráticas. Habría sido la fecha de la proclamación en nuestro país de la Dictadura del proletariado. La propiedad privada de los medios de producción eliminada, y el Partido Comunista instituido como partido único. ¿Qué habría pasado con nuestros actuales dirigentes políticos? En esencia, nada.

Pepiño Blanco, portavoz del Soviet Supremo, todos los días nos recordaría las bondades del sistema, y nos prevendría contra las perfidias del capitalismo y de la tramposa socialdemocracia. Javier Arenas, que dirigiría una fracción minoritaria, respetuosa con las líneas maestras del poder, estaría conspirando, ciertamente con un salero poco ortodoxo, con los elementos desplazados de la última purga. Ibarretxe también tendría su papel: desde la presidencia del soviet de las nacionalidades, expresaría un discurso duro, estalinista, lleno de improperios contra las degeneraciones pequeño burguesas de los autonomismos.

Finalmente, Zapatero, secretario general del Partido, se habría convertido en la mejor expresión del lado humano del comunismo, aun cuando los insidiosos bromeasen con su carencia de nivel marxista. Todo habría cambiado, pero ciertamente todo seguiría igual, y no digamos para un pueblo encantado de haberse librado de los horrores del mercado y con la convicción de hallarse en el mejor de los mundos, a diferencia del resto de los países de Occidente sometidos a los dictados de los Estados Unidos. La prensa estaría controlada desde arriba, ciertamente, pero la verdad que en eso la diferencia sería todavía menor.

¿Y los viejos militantes del PC acostumbrados a las cárceles del franquismo? ¡Vaya por Dios! Seguirían en prisión, sólo que ahora por desviación derechista. Es lo que le pasa a la gente honesta.

martes, 4 de noviembre de 2008

Ser como Dioses

Al parecer, animada por el buen despegue de la sonda lunar Chandarayaan-1, la Organización India de Investigación Espacial proyecta ahora una misión tripulada a nuestro satélite. Ya no es sólo el mundo occidental, la India y China están a punto de conquistar las estrellas. Sería el resultado final de la revolución técnica que se inicia en el siglo XIX, y que quiso dar respuesta en sentido afirmativo a una pregunta que ha acompañado a la humanidad desde el inicio de los tiempos: ¿es legítimo transmitir el saber? Ya no hay dudas, de ello depende un progreso que hay que conseguir al precio que sea.

No siempre ha sido así, todo lo contrario. Por ejemplo, la masonería puso de relieve un pasaje del Evangelio de San Mateo (7,6) según el cual Jesucristo habría afirmado: "No deis a los perros las cosas santas. Ni arrojéis vuestras perlas ante los puercos, no sea que las huellen con sus pies, y volviéndose contra vosotros os despedacen". Tales palabras podían entenderse como una seria advertencia frente a la generalización de la sabiduría, y de hecho así fueron interpretadas. El conocimiento de las reglas de la naturaleza estaría limitado a un pequeño número de elegidos que podían percibir en ellas el plan del Creador, pero si se difundiesen se correría el riesgo, experimentado al inicio de los tiempos, de que el hombre quisiera equipararse a Dios. Más valdría por tanto mantenerlas ocultas.

El temor a la extensión del conocimiento ha acompañado a los hombres a todo lo largo de su historia. Durante mucho tiempo se creyó en la existencia de "libros condenados", que contendrían todos los saberes y que sería más prudente limitar a "iniciados" que los transmitirían de generación en generación, evitando que la inmensa masa de los ignorantes accediera a ellos.

Existe un miedo lógico: el de no poder controlar las fuerzas de un universo inmisericorde. El hombre sería como un niño que juega con peligrosos instrumentos que ni conoce, ni es capaz correctamente de dominar. Y es tan poderosa la naturaleza que más valdría no despertarla; que no se fije demasiado en nosotros, no se vaya a vengar. Algunos sabios se encontrarían lo suficientemente preparados como para intentar descorrer los velos de lo desconocido, pero los riesgos serían tan grandes que más valdría que lo descubierto se mantuviera en secreto, lejos de una mayoría cuya irresponsabilidad podría hacernos a todos peligrar. Chernobil, Hiroshima y Nagasaki serían los mejores ejemplos.

Si los rosacruces se hubieran enterado de que Pakistán, con el nivel cultural de su población, poseía la bomba atómica creerían que nos habíamos vuelto locos, y tendrían razón.