martes, 28 de octubre de 2008

Deir El-Bahari y Lorca

En 1888, la comunidad científica internacional quedó impactada por la noticia de que el egiptólogo Emil Brugsch-Bey había descubierto en Deir el-Bahari una gruta en la que reposaban las momias de cuarenta faraones, entre ellas, las de Amenofis I, Tutmosis II y Ramses II, llamado el Grande. No se trataba de una pirámide, tampoco de una de las magníficas tumbas del Valle de los Reyes. Era un simple refugio entre rocas, en el que los sacerdotes del antiguo Egipto habían escondido los cuerpos de sus señores ante el saqueo generalizado que venían sufriendo. El traslado habría tenido lugar en la época del faraón Siamón (979-969 a.c).

Ya no se trataba de salvar sus tesoros ni una espléndida arquitectura, pues hasta sus lienzos funerarios habían sido maltratados a la busca de oro y joyas. Lo único que cabía hacer era proteger sus cuerpos para el día del Juicio. Así, durante cerca de tres mil años, vivieron un sueño de eternidad que la curiosidad occidental rompió cuando los envió al museo de El Cairo, donde ciertamente vuelven a ser profanados por la morbosa mirada de unos turistas, que se deleitan ante el espanto de la descomposición de los grandes, y no se dan cuenta que están contemplando la representación de Dios.

La muerte es siempre un fracaso, por eso las tumbas lo ocultan. Lo importante es el símbolo del hombre que guardan. Sus restos son sagrados, no deben verse por elementales razones de pudor. Nadie aceptaría que otros hurgasen en lo que ha quedado de su alma. El autor de “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías” era un poeta, un soñador genial. Cuando lo mataron”¡eran las cinco en todos los relojes!”Así quedó para toda la eternidad. Su cementerio es un magnífico parque destinado a reflexionar sobre el hombre que fue y sobre la estulticia y el odio de sus contemporáneos. Desde luego, es legítimo que los familiares de sus compañeros quieran velar también su recuerdo. Pero su calavera, la de todos ellos, forma parte de lo más profundo de la intimidad, y a nadie debe interesar.

En la historia de la novela occidental ha existido siempre la figura del profanador de tumbas. A veces tenía una motivación económica, lucrarse con los objetos depositados; otras científica, destinar cadáveres a la investigación. Pero la más literaria siempre fue la de quienes lo practicaban por puro y simple placer: el morboso de enfrentarse con el horror. Sería lamentable que una finalidad de esta clase pudiese legitimar la búsqueda de García Lorca. Además, todo es absurdo porque, aunque lo encontrasen, el poeta ya no estaría allí. Está en un reino que no puede ser comprendido por los necios: el de los sueños. Nadie debería sacarlo de allí.

martes, 21 de octubre de 2008

Jesucristo y Dostoyevski

Dostoyevski en Los hermanos Karamazov introduce un espléndido relato que sitúa en España, “en Sevilla para más exactitud”, en el momento en que Cristo decide visitar “a sus hijos precisamente en los mismos lugares donde arden las hogueras encendidas para los herejes”. Es reconocido e inmediatamente arrestado. Durante la noche, el Gran Inquisidor le anuncia: “Mañana has de ver a ese obediente y ciego rebaño precipitándose, al primer signo de mi mano, a arrojar leña en la hoguera donde arderás por orden mía, por haber venido a estorbarnos. Porque si alguien merece estas llamas nuestras eres Tú. Haré que te quemen. Dixi”.

No es que molestara a los poderes establecidos, que también, lo esencial es que turbaba la tranquilidad de un pueblo que deseaba que le dejaran en paz. Dostoyevski situaba la escena en el siglo XVI, podía haberlo hecho perfectamente en los tiempos actuales. La religión se ha transformado en un fenómeno pagano, basta con observar el espectáculo de la denominada “semana santa”: disputa de cofradías por la preeminencia, procesiones con autoridades de chaqué y bastón de mando, cortejos de mujeres con peineta luciendo el palmito detrás de las imágenes… Ridículo si no fuera bien triste.

Mientras el cristianismo se mantenga como espectáculo, destinado a satisfacer las necesidades de diversión de las masas o el fomento del turismo, no tendrá ningún problema. Todo lo contrario, la rivalidad pueblerina se preocupará muy mucho de que la Esperanza Macarena no quede por debajo de la de Triana o que Málaga no se vea desplazada injustamente por Sevilla, faltaría más…El problema es que, entre unas cosas y otras, se estará destruyendo todo lo que de auténtico existía en el espíritu religioso.

El historiador François Guizot, ministro de Luis Felipe, señaló que la civilización europea no podía entenderse sin el cristianismo. Es lógico si se tiene en cuenta que, como dice Pierre Chaunu, nuestro mundo conceptual parte de la convicción de un tiempo lineal: producto revolucionario de la Biblia que rompe con la idea cíclica del eterno retorno. A partir de esta constatación, la de que hay un principio y un final, es posible soñar con un universo ideal, pues estamos capacitados para transformar el actual si no nos gusta. La acción política irá dirigida entonces al perfeccionamiento humano, a la búsqueda de la justicia y de la bondad. La España de hoy no tiene, en cambio, otra aspiración que la felicidad sin sobresaltos, la quietud. Mientras sea así, y el Poder esté en condiciones de proporcionarla, los salvadores irán siempre a la hoguera.















martes, 7 de octubre de 2008

La elección del constitucional

No ha sido infrecuente en la literatura jurídica preguntarse quiénes han sido los mejores jueces de de la historia norteamericana. Había mucho dónde elegir: John Marshall, Oliver Wendell Holmes, Benjamín Nathan Cardozo, James Kent…Todos ellos marcaron una espléndida época, la de la racionalidad en el Derecho. Y es que las elaboraciones de la Court Supreme de los Estados Unidos constituyen un magnífico ejemplo de cómo los tribunales pueden moldear una sociedad, Sus resoluciones transforman la realidad, la recrean a la medida de sus creencias. La belleza de sus planteamientos, incluso su perfección estilística, ha sido determinantes en la consolidación de sociedades libres y justas.

Los buenos jueces, en EEUU y en Europa, no sólo dominaban el Derecho, lo expresaban con tal claridad que los novelistas decían inspirarse en la lectura de sus sentencias: modelo de inteligencia y concisión. La leyenda, que siempre busca ejemplos hermosos, dice que la Comedia humana no hubiera sido posible sin ellas ¿Cómo encontrar personas así? En un primer momento se pensó que lo esencial era garantizar su honestidad, se planteaba como una cuestión moral. ¿Qué indivi¬duos estaban capacitados, por su bondad o sabidu¬ría, para impartir justicia?

Posteriormen¬te, el juicio moral se vio sustituido por el técnico. El conoci¬miento de la norma garantizaría la resolución del caso con arreglo a derecho. La eficacia de los tribunales, medida en términos de capacidad de sus miembros, es lo que les otorgaría el prestigio y credibilidad necesarios para su funcionamiento. Elegir a los Jueces se convertía así en un problema técnico, pues se trataba de buscar especialistas en derecho. Es verdad que aparecerán siempre factores ideológicos, y con mayor razón en un Tribunal como el Constitucional, en el que expresamente deben tenerse en cuenta pues el texto fundamental no puede entenderse sin un orden de valores.

Sin embargo, nadie con un mínimo de sensatez negará que lo decisivo debe ser el conocimiento. Hace bien pocos días en España las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas han procedido a presentar al Senado sus candidatos al Constitucional…Basta con leer sus nombres, se ha optado por hombres seguros y de fidelidad probada, su sabiduría no parece muy acreditada... Habría que recordar que Jean Cocteau afirmó que él no pertenecería a ningún partido porque correría el riesgo de perder su alma libre. A veces, los hombres así son necesarios, es su problema si la pierden, pero desde luego más valdría que se situaran lejos de la función de juzgar: sin imparcialidad no hay justicia.