domingo, 23 de septiembre de 2001

¿Tienen razón los americanos?

Como ha escrito el destacado orientalista Tor Andrae, el Paraíso musulmán es un paraje delicioso "regado por ríos refrescantes y donde frondosos árboles derraman su sombra. Los bienaventurados reposan en lechos y almohadones, vestidos con trajes de seda y brocado. Magníficos frutales dan sombra a los partícipes del banquete celestial: granados, plátanos, parras y palmeras. Además reciben, como sustento, carne de todas clases y todo cuanto desean. Como compañía y por esposas reciben también huríes de ojos negros, de las cuales sabe referir Mahoma que son recatadas doncellas creadas especialmente por Alá".¿Cómo no habría de seducir un destino como éste a hombres desesperados carentes de toda promesa de felicidad en la tierra? Nuestra civilización estaría sufriendo el ataque de fanáticos tanto más peligrosos cuanto no tendrían nada que perder.

Sin embargo, lo ocurrido la semana pasada exige de nosotros miembros de una sociedad metódica, creada sobre las bases del pensamiento cartesiano y los principios de la Ilustración, un esfuerzo de profundización intelectual. Como ha dicho Alessandro Baricco en el diario italiano La Repubblica, los atentados asombran por su estética. Son demasiado perfectos en cuanto llevan al límite la propia imaginación desarrollada durante años por Occidente. Somos una generación resultante de siglos de absoluta libertad. Todo ha sido posible, incluso crear sueños de pura destrucción.¿Lo que han hecho estos terroristas no es lo que habían previsto ya escritores de nuestro mismo universo cultural, sólo que de manera menos lograda? Históricamente, las civilizaciones cuando llegan a su cima tienden irremediablemente a la decadencia y la muerte.

Bin Landen es indudablemente un fanático, pero cuando habla dice cosas que deben analizarse. En una entrevista concedida recientemente a un periódico europeo señaló que su lucha iba dirigida contra la corrupción occidental y sus intentos de creación de una sociedad sin Dios. Afirmaciones de tal índole podrían parecer salidas de la Edad Media, de una época felizmente superada en la que no cabría posibilidad de mejora pues todo habría de subordinarse a los designios impenetrables de un ser superior. Nuestro mundo, por el contrario, va dirigido a la búsqueda del bienestar, el progreso y la transformación de la naturaleza. Pero no será también efectivamente corrupto? Los habitantes de Kabul no conocen de nosotros más que retazos de una televisión parabólica que sólo les ofrece sueños de adoración al becerro de oro y al sexo. Si eso es Occidente, parece razonable que quieran rechazarlo.

Como ha dicho Le Monde, es completamente lógico que la barbarie provocada en los Estados Unidos nos haga sentir que todos somos americanos, pero tampoco cabe olvidar que en Sudán destruimos una fábrica de productos farmacéuticos por simple imprudencia, que en Israel la miseria de un pueblo ha sido consecuencia de los complejos de una sociedad que quería reparar su culpabilidad en el Holocausto y que a veces se bombardea Irak por inconsistentes razones derivadas de la mayor o menor estabilidad de un Presidente. Los medios de comunicación nos enseñan el horror de la muerte en Manhattan, pero difícilmente serán capaces de describir la angustia vivida en los campos de refugiados palestinos. Desde allí las víctimas no son las mismas, otros serán por tanto los responsables.

Es evidente que nada de lo anterior puede justificar el terror ni los ataques a una civilización que ha sido capaz de desarrollar la libertad entre autocríticas y dudas. Además, a veces la brutalidad no merece siquiera el esfuerzo de la comprensión intelectual. Sin embargo, ante el "choque de civilizaciones" anticipado por Huntington deberemos actuar con la suficiente inteligencia como para evitar los errores derivados de la autocomplaciente soberbia.